Hace más de 10 años empecé mi camino en la maternidad, ya desde que quería ser madre.
Me quedé embarazada, primero vino mi hija Emma, el arranque de todo.
Mi embarazo fue bien, hasta que a los 8 meses me dijeron que mi hija no estaba bien.
A partir de ahí empecé a ver que todo lo que yo había idealizado sobre la maternidad, se caía como castillos de naipes con un soplo de viento.
Mi hija nació, y sentí que no debía separarme de ella, era una fuerza que no sabía de donde me venía, un sentimiento arraigado y salvaje.
Sentía que tenía que estar ahí para mi hija en todos los sentidos, seguir prestándole mi cuerpo hasta que ella dijera basta.
Sentí que mi embarazo no terminaba en el parto, además de saber con una fe ciega que quería coger y tener en brazos a mi hija la mayor parte del tiempo, tampoco supe nunca que movió ese sentimiento, idea, comportamiento, no sé muy bien como llamarlo, porque ese sentir , ese empuje, de que mi hija me necesitaba no está escrito en ningún sitio y que eso iba a determinar mucho en la evolución de ella y su patología.
Deseché la idea del carrito, de que no era la forma de crianza que yo quería, de que no era lo que yo necesitaba.
Un día de lluvia yendo al neurólogo en Barcelona, iba sola, cogí el metro en una estación con ascensor, la niña iba en el capazo del carrito, al principio dormida. luego ya se despertó pero pude atenderla porque todavía estaba en el metro, la calmé le di teta y la volví a poner en el carro dormida. Finalmente pude llegar al neurólogo.
Cuando salí del neurólogo, decidí caminar un poco más hasta la siguiente parada de metro porque tenía que cambiar de línea.
Empezó a llover, Emma nació en Diciembre, era invierno, hacía tanto tanto frío que tenía los calcetines mojados de la humedad, corrí hasta la parada del metro, busqué el ascensor, no había, en esa parada de metro no había ascensor.
La niña durmiendo en el capazo grande no era viable bajarla sola por esas escaleras, con el suelo mojado y el frío que hacía.
La lluvia me caía encima, pedí ayuda a varias personas, todos chicos jóvenes, me miraron y siguieron de largo.
Me sentí vulnerable, desprotegida, frustrada, asustada, sentí rabia, desprecio, incomprensión…
Me senté en la primera escalera del metro y me puse a llorar.
Una chica de 20 años puerpera, con una niña en un carrito con el que no podía bajar la escalera, viniendo del neurólogo con todo el dolor mental que eso implicaba. Sentada en la primera escalera de la boca del metro llorando y lloviendo porque nadie me ayudaba a bajar las escaleras con el carro.
Ya llegó un punto que ya no sabía porqué lloraba… ( muy propio del puerperio)
Un señor mayor, muy mayor. con un paraguas negro grande, se acercó a mi, , yo ni lo en un principio sólo noté que no me caía la lluvia encima, me preguntó qué me pasaba, le dije que no había ascensor y que nadie me ayudaba a bajar las escaleras con el carrito.
Aquél señor cogió el carro por la parte delantera, yo por la trasera y bajamos las escaleras.
Estaba tan bloqueada, que no vi otras opciones que a posteriori se te ocurren todas.
Llegué a casa de mi hermana y dije, nunca más.
No es esto lo que yo quiero, no es esto lo que yo necesito, no es esto lo que yo espero de la maternidad, no es necesario tener un carrito si no quiero, no es necesario hacer lo que la gente dice (supuestamente ) qué tengo que hacer cuando se es madre.
Ese día aprendí a que podía desaprender, a que no tenía que seguir lo que la gente me decía. A que era dueña de mi vida y de mi maternidad y a que podía decir no, esto no, sin miedo.
Me dije, tiene que haber otra forma y así encontré el porteo.
Hasta hoy, después de 10 años, 3 hijos y muchas familias en las que me he visto reflejada cuando se ponen un portabebé por primera vez.
Esas expresiones son impagables y ese es el motor que me llevó a promover que esto se conociera por todo el mundo.
Después de formarme en porteo ergonómico vi que yo sola iba lenta y decidí abrir KangureArte, por el camino seguí formándome, asesora de lactancia, masaje infantil, enfermería, abrí mis tiendas especializadas y creé un grupo de ayuda gratuita que a día de hoy somos + de 5700 personas y mi meta más cercana, Matrona.
KangureArte es una parte de mi. Es esa semilla que germina, es una familia, es una red, crecemos, reímos, lloramos, nos ayudamos, nos tendemos una mano, nos escuchamos, nos caemos, nos levantamos.
Y nació la red de profesionales internacional de porteo ergonómico y otros proyectos a punto de aparecer.
Y me siento muy orgullosa de lo que hemos conseguido, de todas las familias que hemos ayudado, y sobretodo toda la experiencia después de 5 años y más de 500 alumn@s alrededor del mundo que llegan, y te acompañan y de ayudan, te escuchan. Ayudan a que una maternidad más simple, sea posible.